En esta vida no hay días ni buenos ni malos, es nuestro pensamiento el que hace que un día sea el mejor de nuestra vida o que sea el peor.
Muchas veces nos toca en esta vida tener eventos afortunados o desafortunados, pero la alegría o la desgracia de esos eventos crece en la medida en que nuestro pensamiento nutre el dolor o la alegría.
La sabiduría del Universo está contenida en una verdad que es un secreto a voces, no hay tal cosa como la buena o la mala suerte, eso es una ilusión, pero lo que sí hay es la forma como nosotros pensamos lo que nos acontece, como decidimos reflexionarlo y como decidimos vivir desde que algo ocurre en adelante.
El pensamiento y la imaginación
El pensamiento debe ser educado porque tiene como compañera a la imaginación, es una compañera fiel, que suele desbocarse y que se desborda con cada acontecimiento, esa fuerza es la que en muchas ocasiones nos mueve.
Una persona que trabaja todos los días con el anhelo de comprar una gran casa, irse de viaje o simplemente pasar una tranquila vejez, lo hace partiendo de lo que le dicta su imaginación.
La imaginación nos hace proyectarnos hacia lo que queremos o hacia lo que no queremos y nos lleva a buscarlo o a evitar las consecuencias de no trabajar, por ejemplo.
Pero, la imaginación que acompaña a un pensamiento que no ha sido educado, suele perder al hombre en el bosque de las ilusiones, al grado de que nos lleva a ilusionarnos con ideas equivocadas y nos conduce por senderos peligrosos, que nos traerán enseñanzas, a veces, con sabor a pérdidas.
Educando al pensamiento
Imaginar que estás en un lugar rodeado de abundancia plena e infinita es bueno, te puede llevar a movilizarte para aprovechar las oportunidades que la vida pone frente a tí.
Pero, hacerlo de una forma no cuidadosa hace que la búsqueda de abundancia caiga en las superstición más que en la efectividad para atraer esa abundancia.
Hay que aclarar que aquí no consideramos que todo lo que rodea a la búsqueda de la abundancia sea superchería, ya que el uso de talismanes o amuletos que te recuerden constantemente lo que eres y lo que debes hacer puede ser muy eficaz, si es que te funciona.
En muchas ocasiones el uso de objetos como campanas o pergaminos que mantengan a la imaginación tranquila y quieta es benéfico en tanto que te permite reflejar la realidad tal y como es, al grado de que podrás observar que los recursos son ilimitados y están frente a ti.
Para aquietar a la imaginación es necesario educar al pensamiento, y para que eso sea posible es importante ejercitarlo.
La meditación como ejercicio
El movimiento ejercita al cuerpo y la inmovilidad al pensamiento. Para dar rienda suelta al pensamiento es necesario aquietar al cuerpo y para ello es importante prestar atención en la respiración.
Al respirar conscientemente el cuerpo se va relajando y la mente comienza a trabajar, en muchas ocasiones comienza a ponerse inquieta.
El ejercicio de la meditación consiste en sincronizar la quietud del cuerpo con la quietud del pensamiento, al estar en sincronía estás en paz y la verdad se refleja como lo hace un rostro hermoso en las clamadas aguas de un manantial.
Al ejercitar tu mente logras estar en paz y al estar en paz logras percibir todas las bendiciones que te llueven desde los cielos y todas las bondades del Universo comienzan a aflorar en ti.
El pensamiento educado es poderoso
Al ejercitar al pensamiento con la meditación, es decir, con tu capacidad para guardar silencio y escuchar la voz de tu yo superior, lo educas, te educas para encontrar la verdad, la verdad del amor y felicidad que mereces en todo momento.
Al reflejar la verdad del Universo en la quietud de tu mente te vuelves más compasivo, amoroso y abundante en alegría, esa alegría trae abundancia, porque es lo que proyectas en todo momento.